Anoche, mi hija de 3 años se "escondió" de nosotros envolviéndose en un mantel. Conocía el juego. Lo he jugado con ella y con cada uno de sus hermanos mayores más veces de las que podría contar. Y la reacción es siempre la misma: ojos chispeantes... gritos de alegría... cara radiante... mientras la busco, la encuentro, la barro... necesita eso.
En cierto modo, es obvio: los niños necesitan mucho más que cosas físicas como comida, medicinas y cobijo para prosperar de verdad. Pero a veces a lo largo de la historia -especialmente en situaciones de inmensa necesidad- los esfuerzos para cuidar a los niños se han centrado comprensiblemente sólo en lo físico.
En la actualidad, un número cada vez mayor de investigaciones subraya lo que tanto las Escrituras como el sentido común siempre han afirmado: el amor, la crianza y la pertenencia son verdaderamente esenciales para la vida humana. Una persona no es sólo material, sino que -como describió Jesús- todo nuestro ser está compuesto de corazón, mente, alma y fuerza. Estamos hechos para las relaciones, tanto con Dios como con los demás. Sin ellas nos marchitamos... incluso cuando nuestras necesidades físicas están adecuadamente cubiertas. No podemos vivir sólo de pan.
Son los "intangibles" los que cultivan la salud, la fuerza y la capacidad en lo más profundo. Reflejar expresiones faciales a un bebé. Consolar a un niño pequeño tras una dura caída. Disciplina firme pero tierna. Palabras frecuentes de afirmación y elogio. Estas cosas "conectan" literalmente el cerebro humano para que tenga éxito en sus relaciones y elecciones a lo largo de la vida. Con ellas, podemos prosperar, incluso en medio de grandes dificultades. Sin ellas, lucharemos inevitablemente, incluso rodeados de todas las cosas físicas con las que podríamos soñar.
Un vídeo de 4 minutos de la Iniciativa de Bienestar Familiar de Alberta ayuda a explicar esta realidad en términos sencillos, "How Brains are Built: La historia esencial del desarrollo cerebral":