Cristianismo hoy lleva un artículo fascinante sobre las tendencias de las donaciones entre los evangélicos anteriormente señalado en este blog. Junto con otros puntos destacados, describe la forma en que la adopción y el cuidado de los huérfanos han aumentado drásticamente en los últimos años como una expresión vibrante de la donación cristiana. Es una confirmación más de la creciente respuesta a la llamada de Dios a cuidar de los huérfanos, y una prueba de cómo los esfuerzos unidos de todos los miembros de la Christian Alliance for Orphans están haciendo crecer un verdadero movimiento. El artículo describe:
Y no todas las pequeñas organizaciones benéficas se enfrentan a una disminución de las donaciones. Aunque [algunas] experimentaron descensos, la ECFA observó aumentos significativos en las donaciones al patrocinio de niños (un 24,3% más), el cuidado de huérfanos (un 20,5% más) y la adopción (un 14,7% más) en 2010. [Dan] Busby, de la ECFA, cree que los cambios se deben a los distintos niveles de promoción de estas causas entre las iglesias y las organizaciones sin ánimo de lucro. Según él, las donaciones a causas concretas suelen ser paralelas a la concienciación.
Creo que hay un catalizador mucho mayor de esta realidad que la defensa por sí sola. Es Dios, incitando a su pueblo a la "religión pura y sin mancha" descrita en Santiago. Pero también es alentador ver los buenos frutos que surgen cuando las organizaciones cristianas -en lugar de trabajar en competencia unas con otras- se unen como lo hacen en la Alianza para inspirar y equipar a la Iglesia para una visión bíblica convincente: cuidar del huérfano en apuros.
Para ser claros, nunca debemos oponer una vocación bíblica a otra: la Iglesia debe estar en primera línea a la hora de abordar todos áreas de quebrantamiento, desde la reinserción de presos hasta la enfermedad global. (Cabe señalar que la mayoría de estas cuestiones, de hecho, también están relacionadas de algún modo con la difícil situación de los huérfanos). Sin embargo, resulta emocionante ver cómo la Iglesia retoma cada vez más un identidad única que ha tenido desde sus primeros días: la de un pueblo que cuida especialmente de los huérfanos.