Primeras reflexiones tras la VII Cumbre

By Jedd Medefind on mayo 16, 2011

Mi corazón está lleno de gratitud a Dios por todo lo que sucedió la semana pasada en la VII Cumbre en Louisville. Como he oído decir a tantos otros, me sentí renovado y provocado, animado y desafiado. Aunque sé que seguiré reflexionando sobre todo ello durante meses, dos cosas en particular son las que más me han impresionado.

En primer lugar, muchas personas increíbles hicieron de la Cumbre lo que fue. Oradores principales y músicos. Instructores de talleres. Coordinadores de salas de oración. Blogueros destacados. Expositores. El increíble equipo de Southeast Christian Church. Recibidores, facilitadores de salas, ayudantes de registro y muchos otros voluntarios. La lista podría seguir y seguir. Yo diría que más de 200 personas desempeñaron un papel de servicio significativo en hacer la Cumbre vibrante-y sentí de cada uno que ofrecieron su servicio "como al Señor". Tanto "delante" como "detrás" del escenario, fue algo hermoso de ver y ser parte de ello.

Y en segundo lugar, los asistentes. Ellos hicieron de la Cumbre lo que fue, tanto como los que trabajaron para organizarla. Muchos de nosotros rezamos antes de la Cumbre para que Dios preparara a cada persona presente tanto para recibir y para dar. Y así fue. Los que participamos en la organización recibimos mucho más de lo que podíamos esperar. Y los que vinieron como "asistentes" parecían estar continuamente dando: rezando unos por otros, aportando consejos y asesoramiento, ofreciendo ayuda para futuras asociaciones y mucho más.

Teniendo en cuenta a todas estas personas, me parece que -mucho más que cualquier lógica o prueba- los propios cristianos son a la vez el mayor argumento a favor y el mayor argumento en contra del cristianismo. Cuando criticamos y exigimos y nos exaltamos y buscamos lo nuestro, hacemos mucho más daño a nuestra causa que el ateo más vitriólico. Pero cuando los demás pueden ver en nosotros el carácter y las acciones del corazón de Dios, no hay disculpa más potente para el Evangelio. Lo que vi en la Cumbre -tanto en todo lo que ocurrió allí, como en todo lo que la gente que estaba allí vive durante todo el año- fue tan renovador e inspirador para mi fe como todo lo que he encontrado en todo el año. Alabado sea Dios.

 

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