Informe Lumos sobre los orfanatos en Haití

By Jedd Medefind on junio 23, 2017

Lumos Lumos -organización fundada por la escritora JK Rowling para abogar contra el cuidado institucional y a favor del cuidado familiar de los niños- ha publicado hoy un importante informe sobre los orfanatos en Haití.....

El informe, titulado "Financiar los orfanatos de Haití a costa de los derechos de los niñosdocumenta una serie de conclusiones muy significativas. Entre ellos:

  • Inmensas donaciones privadas. Los donantes privados internacionales aportan una cantidad impresionante de fondos destinados a ayudar a los niños de Haití a través de los orfanatos del país. En una revisión de poco más de un tercio de los 750 orfanatos de Haití, Lumos documentó al menos $70 millones aportados anualmente. La ayuda privada total supera probablemente con creces los $100 millones anuales.
  • Las personas religiosas son extraordinariamente generosas. Más del 90% de las personas que donaron para atender a los niños de Haití a través de los orfanatos eran personas de fe religiosa. Estos datos se hacen eco de otras investigaciones que revelan la generosidad de los donantes religiosos. Por ejemplo, las personas que asisten regularmente a la iglesia donan a obras benéficas más del triple del porcentaje de sus ingresos que las que no asisten, y dan más no sólo a organizaciones religiosas, sino también a organizaciones sin ánimo de lucro no religiosas. (Véase, por ejemplo, A quién le importa.)
  • La atención que se presta en los orfanatos de Haití es a menudo inadecuada y a veces horrible. El informe documenta cómo un número desgarrador de niños sufre violencia, explotación, desnutrición, abusos y negligencia grave en los orfanatos de Haití. Es importante reconocer que los niños también experimentan estos males viviendo en las calles de Haití, como empleados domésticos restaveks, e incluso a veces a manos de padres y familiares. Pero debería preocuparnos e incitarnos a la acción reconocer que estos oscuros males pueden ocurrir (¡y ocurren con frecuencia!) en orfanatos apoyados por donantes bienintencionados.

Estas conclusiones tienen implicaciones de enorme importancia. En primer lugar, recuerdan que las buenas intenciones por sí solas son totalmente insuficientes, y a veces incluso destructivas.

El informe recuerda poderosamente que las buenas intenciones por sí solas son totalmente insuficientes, y a veces incluso destructivas.

La generosidad de los estadounidenses en general, y de los creyentes en particular, es algo hermoso. Pero debe canalizarse con mucha más sabiduría y discernimiento que en la actualidad. Como afirman las Escrituras, el celo sin comprensión -ya sea en forma de donaciones, voluntariado u otro tipo de ayuda- puede ser profundamente perjudicial (Proverbios 19:2). Las personas y las iglesias cristianas, inspiradas por su fe para compartir sus recursos, deben hacerlo guiándose por los mejores conocimientos disponibles.

Para aquellos de nosotros que nos preocupamos profundamente por estas cosas, la respuesta no es denigrar a las personas que dan, incluso si a veces esas donaciones están gravemente mal orientadas. Estas personas eligen utilizar su propio dinero (a menudo la medida más real de nuestras prioridades) no para remodelar la cocina, comprar el último dispositivo tecnológico o pasar una tarde en el spa, sino para ayudar a los niños. El hecho de que estos donantes se preocupen -en un mundo en el que tantos no lo hacen- les convierte en nuestros aliados naturales.

Sin embargo, la generosidad debe ir siempre acompañada de comprensión. Esto incluye comprender la realidad de que un gran porcentaje de los niños de los orfanatos de Haití tienen padres vivos. Sin duda, algunos de estos padres no están dispuestos a cuidar de sus hijos o no pueden hacerlo con seguridad. Y forzar la reintegración de forma imprudente puede causar un daño inmenso a los niños. Pero en un porcentaje mayor de casos, con el apoyo externo adecuado, los niños pueden efectivamente ser criados por sus padres o parientes dentro de una familia. Como cristianos, creemos que lo mejor que Dios tiene para los niños es la familia, y debemos trabajar para que los niños crezcan en familias siempre que sea posible y seguro (Salmo 68:5-6).

La generosidad debe ir acompañada de comprensión.

Al mismo tiempo, sería ingenuo por nuestra parte insinuar que los problemas señalados en el informe pueden resolverse únicamente cambiando los paradigmas sobre el cuidado institucional de los niños. Las consecuencias que el informe constata que son comunes entre los jóvenes adultos que salen de los orfanatos de Haití, como traumas, falta de educación, desempleo y falta de vivienda, también son comunes entre los jóvenes adultos que salen de los orfanatos de Haití. rampante entre los adultos jóvenes que envejecen del sistema de acogida estadounidense. Los problemas que están en la raíz de estos trágicos resultados -tanto en Estados Unidos como en Haití- suelen ser profundos y complejos. Se centran en la desintegración familiar, a menudo enredada con la adicción, el abuso, la pobreza, la sexualidad, las costumbres culturales y otros patrones muy difíciles de alterar.

Por eso, la historia de las iniciativas humanitarias, tanto religiosas como laicas, suele estar plagada de buenas intenciones que acaban mal. (Véase una de mis charlas TED favoritas sobre este tema, "¿Quieres ayudar a alguien? Cállate y escucha.") Ciertamente, hay muchos, muchos éxitos que han marcado una profunda diferencia, desde el programa mundial contra el VIH del Presidente Bush (PEPFAR) hasta modelos innovadores de fortalecimiento familiar en Haití. Pero también son legión las historias de despilfarro, abuso y consecuencias imprevistas.

Todo esto subraya la enorme importancia de la información y los conocimientos que proporciona un informe bien documentado como el que Lumos ha publicado hoy. No es necesario estar de acuerdo con todas y cada una de sus afirmaciones para afirmar de todo corazón su conclusión final: Los niños de Haití se merecen algo mucho mejor.

Los estadounidenses de fe han estado a menudo a la vanguardia de la generosidad personal y el servicio a los niños de Haití. Es hora de que nos ganemos la reputación de estar también a la vanguardia de la innovación y las mejores prácticas. He visto muchas organizaciones religiosas que son pioneras en ese camino. Ojalá todos nos esforcemos por unirnos a ellas.

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