Más que buenas intenciones-II

By Jedd Medefind on marzo 1, 2012

El post de ayer destacaba la importancia crítica del estudio, la preparación, la reflexión y la diligencia a la hora de servir a los huérfanos. La suposición de que las buenas intenciones son suficientes suele dar lugar a resultados desagradables. El verdadero amor siempre busca servir sabiamente y bien.

Como se ha señalado, los cristianos reflexivos tienen muchas razones para inspirarse en investigadores perspicaces y profesionales eficaces de todo tipo, incluidos los que ven el mundo desde un punto de vista totalmente diferente, incluso los más críticos con las iniciativas dirigidas por cristianos. Estemos o no de acuerdo en última instancia con un enfoque o análisis, podemos perfeccionar y mejorar continuamente nuestra forma de servir.

En este sentido, me gustaría elogiar el Simposio sobre Bienestar Infantil del Consejo Conjunto de Servicios Internacionales para la Infancia (JCICS). Aunque no está basado en la fe, en los últimos años el JCICS ha procurado ser cada vez más favorable a la fe, bajo la eficaz dirección de su Director General, Tom Difilipo. Tom se ha convertido en un verdadero amigo y expresa constantemente su deseo de forjar alianzas con la comunidad cristiana. El Simposio nacional, que ya va por su 36th representa una reunión de primer orden de destacados profesionales, investigadores y defensores, que se reúnen para abordar cuestiones críticas relacionadas con los huérfanos y niños vulnerables. Especialmente si usted es un profesional en el campo del bienestar infantil, el Simposio JCICS es un evento que no querrá perderse.

Ayer recibí también la noticia de la publicación esta semana de un nuevo informe de UNICEF: Asociarse con las comunidades religiosas en favor de la infancia. Este documento, muy bien elaborado, trata de animar y orientar al personal de UNICEF y de otros organismos sobre el terreno para que amplíen las alianzas con las comunidades religiosas con el fin de servir más eficazmente a los más vulnerables. Ciertamente, hay cuestiones en las que UNICEF y muchos defensores cristianos de los huérfanos discreparían, tanto filosófica como prácticamente. (Esta es una de las razones por las que el informe tiene a veces la sensación de ser una guía para visitantes en una tierra extremadamente extraña). Y, sin embargo, representa claramente un reconocimiento cada vez mayor por parte de UNICEF del papel vital que desempeñan las instituciones religiosas a la hora de abordar las necesidades humanas, y también un deseo sincero de tender puentes más sólidos con las comunidades religiosas. Habría mucho más que discutir sobre este punto, por supuesto, pero la conclusión es que la comunidad cristiana debería recibir estos esfuerzos con sinceridad y haría bien en buscar también estas oportunidades de "puente cultural".

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