Cómo gobernar tu tecnología (para que no te gobierne a ti)

By Jedd Medefind on diciembre 30, 2016

Esto se aleja un poco del enfoque típico de este blog. Pero estoy convencido de que hoy en día no hay regalo más raro o precioso que nuestra atención plena y sincera. Y si deseamos dar ese regalo -en la tutoría o la acogida, en el amor a nuestro cónyuge o en la crianza de nuestros hijos- simplemente debemos aprender a dictar el lugar de la tecnología en nuestras vidas. He aquí un artículo del Washington Post

No hace mucho, ayudé a organizar un retiro para hombres de entre 20 y 30 años. Cada vez que las discusiones en grupo se volvían crudas y reales, el tema de la tecnología seguía apareciendo, aparentemente de la nada. Finalmente, mi colíder levantó las manos. "Muy bien, digámoslo de una vez. ¿Cuántos de vosotros diríais sinceramente que la tecnología es un problema importante en vuestro matrimonio?". Todos levantaron la mano.

Estaba claro que se había tocado un nervio, y empezamos a indagar. Para la mayoría de los chicos, el principal problema parecía ser que la tecnología del trabajo invadía el hogar: consultar el correo electrónico en cada pausa, enviar mensajes de texto en la mesa de la cena, abordar proyectos en el portátil en la cama. Muchos admitieron también que la navegación por Internet y la televisión les robaban muchísimo tiempo, sobre todo para ver noticias y deportes. Por el contrario, muchos hombres sentían que sus esposas dejaban que las redes sociales fueran igual de invasivas. "Si dejo el correo electrónico, ella estará mirando Facebook o Pinterest", ironiza uno de ellos.

Independientemente de las particularidades, todos parecían sentir que la tecnología había llegado a impregnar y cambiar sutilmente incluso sus momentos más íntimos, quizá irremediablemente.

No necesitamos la última estadística sobre el número de horas que la gente pasa conectada a Internet para saber que la tecnología de la comunicación invade ya todos los rincones de la vida. Como una casa construida en una densa jungla, lo único necesario para que la vida sea consumida por las enredaderas rastreras es no resistirse a ellas. La tecnología invade a menos que se impida.

Esto no tiene por qué convertirnos en odiadores de la tecnología. Todos hemos sido bautizados con bendiciones de comodidad, confort y control inimaginables para los más grandes emperadores, reyes y zares de la historia. Afirmemos nuestras tecnologías -al menos muchas de ellas- con corazones agradecidos.

Pero aun así, toda nueva tecnología conlleva una pregunta fundamental: ¿la utilizaremos para nuestros fines, o viceversa? En otras palabras, ¿seremos nosotros quienes establezcamos los parámetros del lugar y los efectos de una tecnología en nuestra vida? ¿O serán fuerzas ajenas a nosotros -diseñadores, publicistas, usuarios y otros intereses- las que decidan cuándo, dónde y cómo influirá esa tecnología en nuestras vidas? Si queremos que seamos nosotros quienes tomemos las decisiones, debemos optar por ese papel. La opción de control por defecto es ellos.

Pero, ¿cómo asumimos esa responsabilidad: determinando de forma activa y reflexiva tanto el papel positivo de la tecnología en nuestras vidas como estableciendo sus límites?

La antigua tradición monástica llamada "regla" ofrece una forma sencilla y convincente de establecer esos límites. En las comunidades monásticas, una regla representa un compromiso voluntario de hacer y no hacer determinadas cosas. Es una decisión, tomada en un momento de claridad, que ayuda a guiar las elecciones el resto del tiempo. Las reglas convierten las intenciones en compromisos concretos, los compromisos en acciones, las acciones en hábitos y los hábitos en una forma de vida.

Podría decirse que la mayoría de las reglas antiguas, quizá todas, tenían un objetivo primordial: la atención. Como ordena la regla de San Benito, en medio del ruido y la perturbación, aprendemos a escuchar "con el oído del corazón". Una regla nos ayuda a darnos a nosotros mismos -a nuestro presencia plena - a lo más importante en ese momento, ya sea un amigo, una oración o una tarea. Una regla se convierte en un dique contra la distracción y limita incluso algunas cosas buenas pero secundarias para que podamos centrarnos en lo que más importa.

Lea el resto del artículo (incluidas ideas para crear su propia "Regla") AQUÍ.

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