Los cristianos tienen una antigua reputación de proteger y cuidar a los más vulnerables, incluidos los huérfanos y los niños abandonados. Ahora que las políticas abortistas están cambiando en Estados Unidos tras la sentencia del Tribunal Supremo en el caso Dobbs contra Jackson, tenemos la oportunidad de renovar ese legado. Ahora es el momento de dar un paso al frente. Podemos acompañar a los niños, madres y padres vulnerables con la extraordinaria generosidad que ha definido a la Iglesia en sus mejores momentos.
La sentencia del Tribunal no ha puesto fin al aborto en Estados Unidos, pero ha iniciado una nueva era llena de incertidumbre, necesidad y oportunidades. Mientras las legislaturas estatales deliberan sobre cómo proceder, podemos anticipar que cada año nacerán decenas de miles de niños que no habrían nacido con Roe contra Wade, posiblemente muchos más.
Muchos de estos niños serán acogidos en hogares estables donde los padres, aunque quizá sorprendidos por su embarazo, se enamorarán rápidamente de su nuevo miembro de la familia. Para otros recién llegados, sin embargo, la historia será diferente. Muchos niños llegarán al mundo en medio de una vorágine de lucha y escasez. Este subgrupo de niños que podrían haber sido abortados se enfrentará a vientos en contra desde el principio: intenso estrés prenatal, dificultades económicas, desintegración familiar, riesgo de graves negligencias y abusos, y mucho más.
Esta realidad augura una gran necesidad. También presenta una inmensa oportunidad. Invita a la Iglesia a salir al encuentro de estos niños -así como de sus madres y padres- en medio de una tremenda vulnerabilidad...
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