La edición de este mes de LUZ publica una serie de artículos sobre la dignidad humana, entre ellos uno que escribí yo, "Children of COVID-19". En él se destacan las repercusiones mensurables de la pandemia en los niños vulnerables de Estados Unidos y de todo el mundo. Aquí está la primera parte del artículo, y puede leer el artículo completo en la revista en línea AQUÍ.
Una de las ironías más trágicas de COVID-19 es la disparidad entre el impacto directo e indirecto del virus en los niños. El primero ha sido notablemente modesto, el segundo catastrófico.
Un estudio publicado en el volumen de julio de la revista The Lancet calcula que 1,1 millones de niños1 quedaron huérfanos a causa del COVID-19 en el primer año de la pandemia, al perder al menos a uno de sus progenitores o abuelos custodios. En todos los países estudiados, se perdieron más padres que madres, al menos el doble. En algunos países, la proporción era de 5 a 1.
Los índices de orfandad infantil varían mucho de un país a otro. Por ejemplo, en el momento del estudio, sólo 1 de cada 1.666 niños de Inglaterra y Gales había perdido a uno de sus padres o a su cuidador principal. Esa cifra era de 1 de cada 286 niños en México, 1 de cada 196 en Sudáfrica y 1 de cada 98 en Perú.
Las diferencias en los niveles de desarrollo de los países, incluidos sus sistemas sanitarios y sus economías, sin duda influyeron en estas disparidades. Pero las causas de las variaciones desafían una explicación fácil. Algunas de las diferencias más marcadas se dieron entre países que compartían muchas similitudes aparentes. Por ejemplo...
Leer el artículo completo AQUÍ.