Por Dennis Rainey
Recientemente he estado pensando en la magnitud de la tarea que tenemos ante nosotros: Si definimos a un huérfano como alguien que ha perdido a su madre o a su padre, hay más de ciento treinta millones de huérfanos en el mundo en desarrollo. He estado tratando de comprender cómo es eso y qué se necesita para abordar realmente una crisis humanitaria de proporciones históricas. Imagínense las siguientes 9 principales ciudades del mundo en términos de población:
1.Tokio, Japón - 28.025.000
2. Ciudad de México, México - 18.131.000
3. Bombay, India - 18.042.000
4. Sáo Paulo, Brasil - 17, 711.000
5. Nueva York, EE.UU. - 16.626.000
6. Shanghai, China - 14.173.000
7. Lagos, Nigeria - 13.488.000
8. Los Ángeles, EE.UU. - 13.129.000
9. Calcuta, India - 12.900.000
Ahora piensen en estas ciudades, TODAS llenas hasta los topes de huérfanos. Apartamentos de gran altura, barrios y centros urbanos llenos de multitudes de huérfanos hambrientos, abandonados, maltratados y descuidados; niños cuyos padres murieron de SIDA y niños que a su vez están infectados de SIDA. Pequeños por todas partes, TODOS sin mamás ni papás que les quieran, vistan, alimenten, protejan y formen. Incluso si contamos sólo a los "huérfanos dobles" -aquellos que han perdido a ambos padres- hay aproximadamente 15 millones en nuestro mundo actual. Lo que era impensable e inimaginable está ocurriendo ahora.
Pensar en los indecibles males que se cometen contra estas niñas y niños vulnerables nos motiva a dar voz a los que no la tienen. La imagen de una habitación con una docena de cunas llenas de bebés nos obliga a instar a la comunidad de fe a una acción sacrificada. La magnitud de la necesidad debe galvanizar a un ejército de adultos para atender las necesidades de estos sin nombre y sin hogar. Ahora. Debemos trabajar juntos como nunca antes.
Llevo casi cuatro décadas en el ministerio y mi experiencia me dice que hace falta una crisis, algo extremadamente importante para que la comunidad cristiana se ponga de acuerdo. verdaderamente trabajar juntos. Este momento ha llegado. Dios nos llama a ver algo de lo que Él ve. A oír algo de lo que Él oye. Y a sentir algo de lo que Él siente mientras millones de huérfanos languidecen. Quiere que seamos sus pies, sus manos y sus brazos de amor, que llevemos esperanza donde no la hay.
La necesidad es tan inmensa que es absolutamente imposible que podamos abordar los problemas colectivos si no unimos nuestros brazos y encontramos la manera de utilizar en colaboración los puntos fuertes de los demás. Jesús rezó para que estuviéramos unidos en su oración sacerdotal de Juan 17. Quizás su oración y la enormidad de la tarea que tenemos por delante nos ayuden. Quizá su oración y la enormidad de la tarea que tenemos ante nosotros nos unan para abordar las necesidades de los huérfanos.
Me acuerdo de una historia publicada hace más de medio siglo en el Saturday Evening Post. Un niño pequeño se había metido en un maizal y había desaparecido. El maíz era sólo un poco más alto que el niño y durante más de 24 horas los rescatadores trataron en vano de encontrar al pequeño. Pero el campo era demasiado extenso. Finalmente, un trabajador tuvo la idea de que todos los trabajadores se dieran la mano, recorrieran las hileras y buscaran en el campo. Lo que había resultado inútil ya que buscaban de forma individual, pero ya era demasiado tarde. El niño había muerto.
Hoy, el clamor de los huérfanos nos llama a unir valientemente nuestros brazos -como individuos, organizaciones e iglesias- para trabajar juntos como nunca antes. Tengo la esperanza de que esto pueda suceder, porque creo que Dios ha levantado el Christian Alliance for Orphans para ayudarnos a despertar a la necesidad y aprovechar las fortalezas de los demás ... antes de que sea demasiado tarde.
El Dr. Dennis Rainey es Presidente y Cofundador de FamilyLife. Esperanza para los huérfanos (un ministerio fundador del Christian Alliance for Orphans) es un ministerio de FamilyLife. Para más información www.familylife.com y www.hopefororphans.org.