Siempre nos estamos convirtiendo en algo

By Jedd Medefind on junio 12, 2013

Una de las verdades más profundas que he aprendido de la Dra. Karyn Purvis y otros expertos en desarrollo infantil es la siguiente:  prácticamente todo lo que experimenta un bebé lo moldea.

El contacto visual, el tacto, el reflejo de las expresiones faciales, las palabras amables, las caricias tiernas... O su ausencia: todas estas cosas forman continuamente a la persona en la que se convertirá un bebé, ya sea para bien o para mal.

De lo que a menudo no nos damos cuenta es de que este proceso de formación por las pequeñas cosas continúa a lo largo de toda la vida. Aunque de forma menos explosiva que cuando éramos bebés, los adultos también nos formamos con cada elección que hacemos, ya sea para bien o para mal.

Como gotas de agua que bajan por una colina, tallando ciertos riachuelos cada vez más profundos, las pequeñas decisiones que tomamos nos van formando continuamente.

El columnista David Brooks ofrece esta semana un brillante artículo sobre este tema y sus implicaciones para la forma en que elegimos servir a los demás, titulado "La manera de producir una persona." Brooks es siempre perspicaz, y éste es uno de los mejores. Describe:

...[E]l cerebro es un órgano maleable. Cada vez que realizas una actividad o tienes un pensamiento, estás transformando una parte de ti mismo en algo ligeramente distinto de lo que eras antes. Cada hora que pasas con los demás, te pareces más a la gente que te rodea. Poco a poco, te conviertes en una persona diferente. Si hay una gran distancia entre tu conducta diaria y tu compromiso principal, te parecerás más a tus actividades diarias y estarás menos apegado a tu compromiso original.

Comprender esto tiene innumerables implicaciones.

Y lo que es más importante, debemos darnos cuenta de que las decisiones más importantes que tomamos suelen ser las "pequeñas":  nuestros pensamientos habituales, las miradas de nuestros ojos, prestar atención o ignorar a las personas marginadas, estar presentes para los demás o distraídos.

Esta verdad también nos ayuda a ver cómo -como subrayamos tan a menudo en este blog- el amor por los huérfanos nos transforma. Esto es especialmente cierto cuando amamos a los niños vulnerables de tal manera que los llevamos a los espacios y momentos de nuestra vida cotidiana, a través de la acogida, la adopción, la tutoría, las Familias Seguras y similares.

Eso no significa que no sea muy útil enviar cheques, escribir blogs o intentar ayudar desde la distancia. Lo es. Pero si eso es todos que hacemos, puede tener una influencia corrosiva en nuestro carácter; puede convertirnos en el tipo de persona que se preocupa por los "problemas" en abstracto, pero que es incapaz de soportar los costes reales del amor en medio de las interacciones cotidianas. Por el contrario, cada elección de sacrificar la conveniencia, la comodidad y el control -incluso una elección muy pequeña- nos convierte lentamente en una persona que se parece cada día un poco más a Jesús.

Como amamos a niño en pequeñas elecciones cotidianas, casi nunca anunciadas, nos vamos transformando en una persona que se parece cada día un poco más a Jesús.

El penúltimo capítulo del libro UPENDED se titula "Las mayores decisiones que jamás tomaremos". Así son estas pequeñas decisiones. "...De lo global a lo personal, el cambio no llega en una sola victoria majestuosa, sino a través de miríadas de pequeñas decisiones...".

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